Conciencia ambiental

#Panazo: “Se tiene que hacer valer nuestra soberanía alimentaria”

La nutricionista Natalia Retamar explicó los costos medioambientales y médicos de la comercialización de trigo transgénico. Este martes se realizó un “Panazo” en contra de esta iniciativa.

Pan, chapatis y una consigna: rechazar la producción y comercialización de trigo transgénico en el país. El “Panazo” fue convocado para este martes por distintas organizaciones en todo el país. En Rosario se llevó adelante en la plaza San Martín y tuvo como principal objetivo cocinar colectivamente, intercambiar producciones locales y hacer visible los problemas de salud y medioambientales que traería el uso de trigo transgénico HB4 a la hora de producir alimentos. “La intención es poder llegar al gobierno nacional y que realmente se haga valer nuestra soberanía alimentaria, que tiene que ver con que el pueblo pueda decidir sobre la forma en las cuales cultiva sus alimentos”, explicó en diálogo con Aire Libre Natalia Retamar, nutricionista y miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición y Alimentos Reales.

 

 

El trigo transgénico es una semilla con la estructura genética modificada gracias a laboratorios de biotecnología. De esta manera, es más resistente a la sequía y al herbicida glufosinato de amonio. El discurso de empresas como Bioceres es el de haber logrado una semilla nacional que tiene ventajas a nivel de la producción sustentable. Pero las semillas transgénicas traen varios problemas. Primero, generan patentes, es decir, va a tener un dueño. También generan una mayor ampliación de la frontera agropecuaria, de manera que empieza a generarse este cultivo en territorios en los que antes había monte, selvas o incluso humedales. Y también se contamina genéticamente a otras semillas nativas, entonces se va perdiendo biodiversidad, de semillas, de flora y de fauna”, explicó Retamar minutos antes de que arranque la jornada de lucha.

El principal objetivo del #Panazo es llegar a los oídos de los ciudadanos y ciudadanas, también de los distintos niveles del gobierno. Sobre todo porque, destacaron, esta vez “estamos hablando de alimento”. “Cuando se trata de la soja o el maíz ya sabemos que su uso no es un uso alimentario principalmente. Pero el principal uso del trigo es alimenticio: el 90 por ciento del trigo producido en la Argentina es para el autoabastecimiento con fines comestibles y el 70 por ciento va directamente a la elaboración de pan tradicional. Imagínense si nosotros empezamos a comer un trigo transgénico e hiperfumigado. Es difícil poder dimensionar la gravedad del problema, pero es grave”, sostuvo la nutricionista consultada.

Lo cierto es, explicó Retamar, que no sólo se trata del veneno que esto implica. Sino también de la posibilidad de que un pueblo elija la forma de cultivar y comer su alimento. Es una cuestión de soberanía alimentaria. “Este tipo de semilla o de desarrollo intensifica aún más el modelo extractivista, productivista, del agronegocio que hoy domina. Es más de lo mismo. Lo que pasa es que hasta ahora se estaba trabajando con semillas que no iban directamente al consumo humano. El trigo se cosecha, se muele y se hace pan, empanadas, tortas fritas, fideos, cualquier cosa. Va a estar presente directamente el producto químico en tu plato”.

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